Es un elemento de protección, es de uso personal exclusivo y nunca ha de compartirse
Después de casi 10 meses de pandemia, se ha comprobado que el uso de mascarillas es parte de la prevención y control para evitar la propagación del covid. Sirven para protegernos a todos: a las personas sanas para evitar infectarse y a las personas contagiadas para impedir la transmisión a otros, pero aún hay quien se resiste a llevarla. La mascarilla es útil e impide el acceso de esas gotitas imperceptibles de saliva que se despiden al hablar, toser o estornudar. Por eso, pongásela, por favor, y recuerde que es de uso personal exclusivo y no debe compartirse.
Consejos para su uso
Cambiarse la mascarilla cuando se humedezca, se ensucie o se deteriore; colocársela solo agarrando las gomas elásticas sin tocar el frente o desechar la mascarilla usada con evidentes signos de desgaste son los consejos generales y sencillos que han de tenerse en cuenta para su utilización. Para el buen uso de las mascarillas lávese las manos antes de ponérsela durante aproximadamente un minuto y colóquesela con cuidado y que cubra la boca y la nariz y esté bien sujeta. A veces su manipulación es inadecuada y nos puede dejar desprotegidos frente al virus. Y no nos engañemos: en muchos momentos del día hacemos un mal uso de la mascarilla, con un manejo incorrecto porque estorban, molestan y dificultan la respiración. Así, también para evitar perderla, se retira de la boca y la nariz constantemente, abandonándola en cualquier parte del cuerpo. El brazo, el codo, la muñeca y la mano son algunos de los destinos eventuales que recibe la mascarilla, como lo son la oreja (a modo de pendiente), la papada (de babero) o como una diadema. Y es un error muy frecuente tapar solo la boca y dejar al descubierto la nariz (a modo ballena) con lo que se anula toda su efectividad, aunque nos parezca lo contrario.
Llevar una de recambio es también una medida muy recomendable; hágalo y evitará complicaciones derivadas, por ejemplo, de la lluvia, porque una mascarilla mojada es inútil al perder sus propiedades, como lo es aquella mal manipulada al ponérsela, seguida del tocamiento de ojos o boca. Es posible que el uso le genere dolor de cabeza, dificultades para respirar e incluso lesiones cutáneas. En estos casos de malestar consulte al médico, aunque recuerde que el uso genera una sensación de incomodidad.
Existen varios tipos de mascarillas según los materiales con los que se fabrican. No todas son iguales, ni protegen de la misma manera.
Higiénicas: reutilizables o no, evitan el contagio a los demás pero no garantiza que si se acerca alguien con el virus y no lleva mascarilla pueda infectarle.
Quirúrgicas: no reutilizables, normalmente de color azul celeste, también sirven para impedir el contagio a otros y ser contagiado, y lo normal es no usarlas más de cuatro horas.
Antifiltrantes o EPIs: reutilizables o no, actúan de barrera de protección en ambos sentidos para no contagiar y que le contagien. Caseras: no cuentan con la protección exigida para estar certificadas como protectoras o respirables, aunque si se agrega un filtro renovable en el interior sí actúa como barrera contra el virus. En algunas comunidades las han prohibido para acceder a los centros sanitarios.
El precio de la seguridad
El pasado 23 de noviembre el Consejo de Ministros aprobaba la rebaja del IVA de las mascarillas del 21% al 4% a través de un decreto ley, pero hasta la fecha, el gasto en mascarillas se ha convertido en un inesperado lastre en la economía de los hogares. Una familia formada por cuatro miembros que utilizan al menos una mascarilla quirúrgica desechable diaria cada uno de ellos –120 unidades al mes–, ha estado alcanzando los 115 euros mensuales si las compraban al precio máximo fijado, 96 céntimos, cuando ahora son 72 céntimos su precio máximo de venta.
Entre la población sin síntomas y que no está en contacto con personas contagiadas, se ha popularizado el uso de mascarillas higiénicas. Pero muchas de ellas no alcanzan los requisitos mínimos de protección facial. La Comisión Europea lo ha advertido en numerosas ocasiones porque en la normativa vigente, a veces las indicaciones, presentación o referencias, provocan malentendidos. Por este motivo, entre otras razones, el Gobierno ha regularizado finalmente el precio de este producto.
La idea es reforzar los requisitos de etiquetado para que indiquen información sobre lavados y pérdida de eficacia. Asimismo, se prohibe la utilización de inscripciones, signos, anagramas, dibujos o indicaciones que puedan dar lugar a engaño sobre el tipo de mascarilla que el consumidor está adquiriendo. También se pretende regular la utilización e información por parte del comerciante, de los filtros que son utilizados a modo de consumibles, y que son intercambiables. Estos pueden comercializarse separadamente de las mascarillas higiénicas, aspecto que actualmente tampoco tiene una normativa específica. Quienes comercialicen mascarillas sin respetar los requisitos de etiquetado se enfrentarán a sanciones o la retirada del mercado de mascarillas.
Reutilización con lavado y moda
Para saber si una mascarilla es reutilizable se debe mirar la etiqueta, aunque en las populares quirúrgicas –las azul celeste– no es necesario puesto que no pueden volverse a utilizar. Cada fabricante explica las instrucciones de lavado. Usar un método distinto al recomendado puede deteriorar el producto y, por lo tanto, perder su efectividad, conforme a las indicaciones del Ministerio de Consumo, que también señala que no es recomendable dar la vuelta a la mascarilla, porque ni aumenta su durabilidad ni su eficacia.
La mascarilla es una moda impuesta por las circunstancias sanitarias excepcionales que vivimos, pero su obligatoriedad no es ajena al diseño.
La creatividad en este complemento forzado es infinita y muchas veces señala la personalidad de quien la porta. Aunque lo importante es que proteja del virus.